sábado, 15 de enero de 2022

EL QUIÉN ES QUIÉN EN LAS MENTIRAS, LAS RELIGIONES Y LAS CREENCIAS POPULARES…

La fundamental importancia del debate y la argumentación
“Hay que ser respetuosos de las creencias del pueblo”. Presidente López Obrador 
 

Por Patricia Barba Ávila


¿Qué significa exactamente respetar las creencias de los demás? Empiezo esta reflexión con esta pregunta fundamental en más de un sentido partiendo de un ejercicio inédito: la sección conocida como “Quién es quién en las mentiras de la semana” dentro de otro: la conferencia mañanera inaugurada con el arribo a la presidencia de Andrés Manuel López Obrador el 1 de diciembre de 2018. En dicha sección se demuestra que la mayoría de los medios de (des)información mienten o distorsionan los hechos con el ánimo de favorecer sus intereses alineados, por cierto, con un empresariado que ha perdido prebendas al amparo del poder político y una oposición cuyo desprestigio es creciente. Y es por ello que el ejercicio de analizar, desmentir y contrarrestar falsedades y mitos ha sido sumamente benéfico y moralizante para la consolidación de lo que conocemos como la Cuarta Transformación que es, en esencia, un cambio de mentalidad conducente a la formación de sociedades más humanistas e igualitarias.
Por otra parte, tomando en cuenta las innumerables injusticias derivadas de dogmas y creencias contrarias no sólo a la propia naturaleza sino a los derechos de mujeres y hombres de todas las edades, tendríamos que ponderar cuidadosamente afirmaciones como “hay que respetar las creencias del pueblo”. Es decir, varias son las prácticas mantenidas en comunidades que lejos de respetar los derechos de terceros, por ejemplo, los transgreden pues se derivan justamente de nociones convertidas en tradiciones pero que no por ello deben apoyarse sino todo lo contrario, erradicarse. Varias de estas tradiciones han sido difundidas durante siglos y consideradas por millones de seres humanos en distintas partes del mundo como la “palabra de dios” y, por lo tanto, infalibles y un modelo de moralidad a imitar. Sin embargo, un examen exhaustivo del contenido de textos incluidos en escritos “sagrados” como la Biblia, el Corán y la Torá, por ejemplo, nos revelará que son imposibles de demostrar además de promover actos cuyo nivel de violencia y crueldad deberían ser inadmisibles para una sociedad progresista y justa.
¿Por qué menciono específicamente los textos sagrados de las tres religiones monoteístas más extendidas en el mundo? Justamente porque los credos politeístas como el griego, el romano, el azteca, el egipcio entre otros, consideraban a la propia naturaleza como divina. Por ejemplo, tenían al dios del sol, del trueno, de la lluvia, de la luna, además de incluir animales como el águila, el gato, la serpiente, entre otros varios y, por lo tanto, los respetaban, es decir, no los sacrificaban en aras de su deidad pues los mismos animales eran considerados sagrados. De esta visión distinta al monoteísmo podría derivarse el respeto y la protección que muchas comunidades indígenas han mostrado en distintas regiones del planeta. Personalmente no veo más cualidades en las religiones antes mencionadas ya que si bien es cierto que se pueden considerar más “democráticas” ya que había diosas y dioses, además de sentir reverencia por la naturaleza y otras especies animales, sí contemplaban el sacrificio de seres humanos para mantener satisfechas a sus deidades o esperar protección de ellas, algo verdaderamente lamentable.
Regresando a los credos monoteístas, un motivo de preocupación mundial es, sin duda alguna, el calentamiento global y la depredación a la que hemos sometido a la naturaleza, pensando que tenemos todo el derecho pues todo ser viviente, vegetal y animal está para nuestro usufructo, una noción absolutamente contraria a la historia evolutiva de la vida en nuestro planeta y cuyas consecuencias están siendo catastróficas. 

Sin asegurar que es la única fuente, lo que sí podemos advertir es que siendo la Biblia uno de los textos más difundidos, esta convicción de que podemos hacer lo que nos plazca con todo lo que nos rodea está contenida en el Génesis, Cap. 1: “Y los bendijo Dios; y díjoles Dios: Fructificad y multiplicad, y henchid la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” 

Lo que la ciencia nos dice es que nosotros, la especie supuestamente más inteligente entre millones que han existido y subsisten, provenimos de un ancestro común y que estamos emparentados con los demás seres vivos pero, sobre todo, que es absolutamente esencial que lejos de depredar la naturaleza la protejamos no sólo porque somos parte de ella sino porque de eso depende nuestra subsistencia.
El brutal maltrato que significa la mal llamada “fiesta brava”, las peleas de gallos y de perros es sin duda un corolario de la absurda noción de que porque somos la especie “superior” nos asiste el derecho de torturar, explotar y asesinar a otros animales con los cuales estamos emparentados, algo fácilmente demostrable por la ciencia evolutiva. Si en realidad queremos erigirnos como una especie inteligentemente superior al resto, tendríamos que empezar por aceptar lo que años de investigación científica han mostrado y no cerrarnos a estos conocimientos simplemente porque preferimos sostener fantasías y dogmas totalmente opuestas a la realidad pero que creemos convenientes para provecho, diversión o enriquecimiento propio.
Otra de las enormes preocupaciones ha sido el maltrato de la mujer y la desigualdad con la que se la trata en varios ámbitos de la vida pública y también privada. “Y Jehová Dios hizo caer sueño sobre Adan, y se quedó dormido: entonces tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar; Y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y trájola al hombre.” Y es que esto no se limita a una fantasía absolutamente absurda e imposible de demostrar, sino que tiene ramificaciones tan graves como considerar a la mujer como dependiente del hombre y por ello, obligada a aceptar leyes y decisiones que son claramente violatorias de su dignidad y los derechos sobre su cuerpo.
En este sentido, no sólo hablamos del maltrato verbal y físico que se ha derivado de la noción de que el hombre, desde la creación bíblica, ha sido superior a la mujer, sino sobre legislaciones formuladas por hombres contrarias a la facultad de las mujeres para decidir sobre su propio cuerpo y proyecto de vida, es decir, si quieren ser madres y cuántos hijos desean tener. Parece increíble que en pleno siglo XXI todavía existan lugares no sólo en México sino en otros países en los que niñas, jóvenes y mujeres adultas son enviadas a prisión por el “pecado” de practicarse un aborto cuando han sido violadas, o cuando su vida corre peligro si continúan con el embarazo o si no están en condiciones económicas para garantizar la manutención y el cuidado de más hijos.
Sin duda alguna, el respeto por los derechos de los demás, incluyendo otras especies animales, es uno de los pilares fundamentales de cualquier sociedad progresista y profundamente humanista. Y es justamente la determinación de qué es respeto y cuándo una acción, decisión o actividad significa una falta al mismo, es de lo que tenemos que ocuparnos. En este sentido, el célebre biólogo evolucionista y popularizador de ciencia Richard Dawkins, autor de la frase: “I respect you enough to disrespect your foolish ideas” (“te respeto lo suficiente para no respetar tus absurdas ideas”) se refiere justamente a la convicción de que se respeta auténticamente a alguien cuando se le considera lo suficientemente inteligente y maduro para sostener un debate equilibrado sobre nociones o ideas que deben someterse a escrutinio porque no han sido razonablemente demostradas o de alguna forma violan la ley natural o los derechos de otros. 

Ciertamente, resulta un tanto ofensivo el que otras personas simulen “respetar” lo que decimos frente a nosotros cuando, en realidad y a nuestra espalda, manifiestan lo contrario. Creo que aquí radicaría la verdadera falta de respeto.
Adicionalmente, Dawkins ha manifestado en repetidas ocasiones lo difícil y muchas veces imposible que resulta para un agnóstico o ateo el mantener un debate equilibrado y sensible sobre cuestiones religiosas debido a la extrema intolerancia que caracteriza a miles de creyentes que lejos de admitir un debate abierto y basado en argumentos demostrables, se sienten insultados y alegan que se les falta al respeto. Cabe destacar aquí que, pese a que estas tres religiones se derivan de un tronco común, las nociones del profeta Abraham, existen diferencias tan irreconciliables entre ellas que han generado por centenas de años confrontaciones sangrientas e interminables acompañadas de actos de tortura y asesinato que erizan la piel y que en varias regiones todavía persisten.
Respecto de la difusión de fantasías o nociones imposibles de comprobar con el único método admisible, es decir, el consistente en la investigación y análisis científicos, es obligado mencionar aquí que en países laicos como México, por décadas se ha venido violando uno de los artículos constitucionales pilares de nuestro marco legal: el 3° que establece los lineamientos de la política educativa nacional. Uno de ellos es, justamente, que la educación en las escuelas debe estar exenta de la enseñanza religiosa. 

Como sabemos, pese a lo que dicta nuestra Carta Magna respecto a la laicidad y gratuidad, existen cientos de colegios privados en los que se imparte el credo católico y lo escandaloso es que a nadie parece preocuparle, incluyendo al gobierno. Aquí es necesario volver a aclarar que el término “laico” no significa ausencia de religión, sino libertad para practicar o no cualquier creencia. Lo indiscutiblemente recomendable y respetuoso de la Constitución sería sustituir la enseñanza de religión con una materia en la que se analice el fenómeno religioso, de dónde proviene y la historia de lo que han sido las distintas religiones desde la antigüedad. De esta forma, no sólo se respetaría el derecho de cada quien de asumir la convicción que desee, sino que se eliminaría del ámbito social prácticas que han significado la violación de los derechos humanos, tal como el mismo devenir histórico nos lo ha demostrado. Tan sólo hay que recordar la negra época de la “Santa” Inquisición, o lo que las atrocidades que los fundamentalistas del islam han perpetrado y lo siguen haciendo contra las mujeres, entre otros capítulos negros de la actividad humana.
Es necesario aclarar aquí que de ninguna manera esto es una crítica intolerante a la decisión de cada persona de creer en la deidad que elija. De lo que se trata es de llevar a cabo el mismo ejercicio de aclaración, desmentido y análisis de afirmaciones, teorías o propuestas que no sólo son imposibles de demostrar, sino que constituyen la fuente de innumerables actos de injusticia, crueldad e intolerancia que claramente violan los derechos inalienables de los demás. Y así como en ejercicios tan fundamentales como la conferencia mañanera con sus secciones de “Quién es quién en los precios” y “Quién es quién en las mentiras de la semana” se genera un bien mayor para la sociedad en su conjunto, igualmente beneficioso resultaría para las comunidades en los distintos países del mundo el que se llevase a cabo ejercicios similares que eliminarían todas aquellas leyes, decisiones y prácticas que han demostrado ser dañinas tanto para la sana convivencia social como para la sobrevivencia misma de nuestra especie y las demás con las que compartimos este bello planeta.
 

“La mentira es reaccionaria…” Andrés Manuel López Obrador

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